viernes, 21 de mayo de 2010

LA TERCERA PERSONA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

El encabezado implica dos verdades:

* El Espíritu Santo es una Persona realmente distinta como tal, del Padre y el Hijo;
* El es Dios y consustancial con el Padre y el Hijo.

La primera afirmación es directamente opuesta al Monarquianismo y al Socinianismo; el segundo, al Subodinacionismo, a diferentes formas de Arianismo y en particular al Macedonismo. Los mismos argumentos sacados de las Escrituras y la Tradición, pueden ser usados generalmente para probar cualquiera de las afirmaciones. Sin embargo, nosotros mostraremos las pruebas de las dos verdades juntas, pero primero daremos atención especial a algunos pasajes que demuestran más explícitamente la distinción de personalidad.

1. En el Nuevo Testamento, la palabra espíritu y, tal vez, incluso la expresión espíritu de Dios, significan en ciertos momentos, el alma o el hombre mismo, en tanto está bajo la influencia de Dios y aspira a cosas superiores; especialmente en San Pablo, más frecuentemente significa Dios actuando en el hombre; aunque son usados, además, para designar no solo una acción de Dios en general, sino a la Persona Divina, Quien no es ni el Padre, ni el Hijo. Aquel que es llamado junto con el Padre, o el Hijo, o con ambos, sin el contexto que los mencionan como identificados. Aquí serán dadas alguna instancias. Hemos leído en Juan XIV, 16, 17: "Y Yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad a quien el mundo no puede recibir"...; y en Juan xv, 26: "Cuando venga el Protector que les enviaré desde el Padre, por ser El el Espíritu de verdad que procede del Padre dará testimonio de mi". San Pedro dirige su primera epístola, i, 1-2, "a los que viven fuera de su patria...a los elegidos, a quienes Dios Padre conoció de antemano y santificó por el Espíritu para acoger la fe y ser purificados por la sangre de Cristo Jesús". El Espíritu de consolación y de verdad está también claramente distinguido en Juan XVI, 7, 13-15 del Hijo por Quien El recibe todo lo que El enseña a los Apóstoles, y del Padre, quien no tiene nada que el Hijo no posea. Ambos lo envían cuando El desciende dentro de nuestras almas (Juan XIV, 23)

Muchos otros textos declaran bastante claramente que el Espíritu Santo es una Persona, una Persona distinta del Padre y del Hijo, y sin embargo, Un solo Dios con Ellos. En varios lugares, San Pablo habla de El como si estuviera hablando de Dios. En los Hechos, xxviii, 25, le dice a los Judíos: "Es muy acertado lo que dijo el Espíritu Santo cuando hablaba a sus padres por boca del profeta Isaías"; ahora bien, la profecía contenida en los dos versos siguientes son tomados de Isaías, vi, 9,10 donde es puesta en boca del "Rey el Señor de multitudes". En otros lugares usa las palabras Dios y Espíritu Santo como simple y llanamente sinónimos. De este modo, escribe I Cor., iii,16: "¿No saben que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?" y en vi, 19: "¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes?" San Pedro afirma la misma identidad cuando el habla con Ananías (Hechos v, 3-4): "¿Porqué haz dejado que Satan se apodere de tu corazón?...¿porqué intentas engañar al Espíritu Santo?...No haz mentido a los hombres, sino a Dios." Los escritores sagrados atribuyen al Espíritu Santo todos las obras características del poder Divino. Es en Su nombre, como en el nombre del Padre y del Hijo, que es dado el bautismo (Mateo xxviii, 19). Es a través de Su operación que es realizado el mayor de los misterios Divinos, la Encarnación del Verbo, (Mateo., i, 18-20; Lucas, i,35). Es también en Su nombre y por Su poder que los pecados son perdonados y las almas santificadas: "Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de su pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos" (Juan, xx, 22, 23); "Pero han sido lavados, han sido santificados y rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús, el Señor, y por el Espíritu de nuestro Dios" (I Cor., vi, 11); " la cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo y por El el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones" (Rom., v, 5). El es, esencialmente el Espíritu de verdad (Juan, XIV, 16-17; xv, 26). Aquel cuya obra es el fortalecimiento de la fé (Hechos, vi,5), que confiere sabiduría (Hechos, vi,3), quien dá testimonio de Cristo, lo cual equivale a decir que confirma Sus enseñanzas internamente (Juan xv, 26) y que enseña a los Apóstoles el completo significado de ellas (Juan, xiv,26; xvi,13). Con estos Apóstoles, se quedará por siempre (Juan, xiv,16) Habiendo descendido a ellos en Pentecostés, los guiará en su trabajo (Hechos, viii, 29), El inspirará a los nuevos profetas (Hechos xi, 28; xiii,9) como El inspiró a los profetas del Antiguo Testamento (Hechos, vii,51). El es la fuente de gracias y dones (I Cor., xii, 3-11). En particular, El otorga don de lenguas (Hechos, ii, 4;x, 44-47). Y en tanto habita en nuestros cuerpos, los santifica (I. Cor., iii, 16; vi, 19) y de esta manera los levantará nuevamente, un día, de la muerte (Rom., viii,11). Aunque El obra especialmente en el alma, dándole nueva vida (Rom., viii, 14-16; II. Cor., i,22; v,5; Gal., iv,6). El es el Espíritu de Dios, y, al mismo tiempo, el Espíritu de Cristo (Rom., viii,9); porque El está en Dios, El conoce los misterios mas profundos de Dios (I.Cor., ii, 10-11) y posee todo el conocimiento. San Pablo termina su segunda carta a los Corintios (xiii,13) con su fórmula de bendición la cual, puede ser llamada una bendición de la Trinidad: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds." - ct. Tixeront "Histoire des dogmes", Paris, 1905, I, 80,89,90,100,101.

2. Al corrobrar y explicar el testimonio de las Escrituras, la Tradición nos arroja más luz sobre los distintos estadios de la evolución de esta doctrina. Tan tempranamente como el siglo primero, San Clemente de Roma nos dá una importante enseñanza sobre el Espíritu Santo. En su "Epístola a los Corintios" no solo nos dice que el Espíritu ha inspirado y guiado a los santos escritores (viii,1; xiv,2); que El es la voz de Jesucristo hablándonos en en Antiguo Testamento (xxii, 1 sig.) aunque contiene mucho más, dos declaraciones muy explícitas sobre la Trinidad. En el Capítulo xlvi, 6 (Funk "Patres apostolici" 2da edicación, I, 158) se lee que "tenemos un solo Dios, un Cristo un solo Espíritu de gracia dentro de nosotros, una misma vocación en Cristo". En lviii,2 (Funk, ibid., 172) el autor realiza una solemne afirmación; zo gar ho theos, kai zo ho kyrios Iesous Christos kai to pneuma to hagion, he te pistis kai he elpis ton eklekton, oti . . . la cual podemos comparar con la tan frecuente fórmula encontrada en el Antiguo Testamento: zo kyrios. De esto se sigue que, bajo la perspectiva de Clements, kyrios era igualmente aplicable a ho theos (el Padre) ho kyrios Iesous Christos, y to pneuma to hagion; y tenemos tres testigos con igual autoridad, cuya Trinidad, más aún, es el fundamento de la fe y esperanza Cristiana. La misma doctrina es declarada, en los siglos segundo y tercero, de labios de los mártires y encontrada en los escritos de los Padres. En sus tormentos San Policarpo (V 155) profesó su fe en las Tres Adorables Personas ("Martyrium sancti Polycarpi" en Funk op.cit., I, 330): "Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu santísimo y bien amado Hijo, Cristo Jesús... alabado en todo, bendecido, y glorificado por el eterno y celestial pontífice Cristo Jesús, tu bien amado Hijo, por Quien a Ti con El y con el Espíritu Santo, gloria hoy y por siempre". San Apipodius habló aún más distintivamente (Ruinart, "Acta mart." Edición Verona, p. 65): "Confieso que Cristo es Dios con el Padre y el Espíritu Santo, y está escrito que deberé devolver mi alma a El Quien es mi Creador y Redentor". Entre los apologetas, Atenágoras menciona el Espíritu Santo junto con, y en un mismo plano, como el Padre y el Hijo. "Quien no quedaría impactado" dice (Legat. Pro christian., n10, en P.G., vi,col. 909)" de oir llamarnos ateos, nosotros quienes hemos confesado Dios el Padre, Dios el Hijo y el Espíritu Santo, y conservándolos en un poder y sin embargo distintos en orden [...ten en te henosei dynamin, hai ten en te taxei diairesin]?". Teófilo de Antioquía, quien a veces da al Espíritu Santo, como al Hijo, el nombre de Sabiduría (sophia) menciona además (Ad Autol., lib. I, n. 7, y II, n. 18, en P.G., VI, col. 1035, 1081) los tres términos theos, logos, sophia y, siendo el primero en usar la palabra característica que luego fuera adoptada, dice expresamente (ibid., II, 15) que ellas forman una trinidad (trias). Ireneo consideró al Espíritu Santo como eterno (Adv. Hær., V, xii, n. 2, in P.G., VII, 1153), existiendo en Dios ante omnem constitutionem, y producido por el al comienzo de Sus caminos (ibid., IV, xx,3). Considerado en relación al Padre, el Espíritu Santo es Su Sabiduría (IV, xx,3); el Hijo y El son las "dos manos" por las cuales Dios creó al hombre (IV, prae., n 4; IV, xx,20; V,vi,1) Considerado en relación a la Iglesia, el mismo Espíritu es verdad, gracia, una señal de inmortalidad, un principio de unión con Dios; íntimamente unido a la Iglesia, El dá a los sacramentos su eficacia y virtud (III, xvii, 2, xxiv, 1; IV, xxxiii, 7; V, viii,1). San Hipólito, aunque no habla tan claramente del Espíritu Santo como una persona distinta, le supone, sin embargo, ser Dios, así como el Padre y el Hijo (Contra Noët., viii, xii, in P.G., X, 816, 820). Tertuliano es uno de los escritores de esta época cuya tendencia al Subordinacionismo es más bien aparente, a pesar de haber sido el autor de la fórmula definitiva: "Tres Personas, una Sustancia" y sin embargo, sus enseñanzas sobre el Espíritu Santo son en todo sentido notables. Parece haber sido el primero entre los Padres en afirmar Su Divinidad de manera clara y absolutamente precisa. En su trabajo "Adversus Praxean" deja largamente clara la grandeza del Consolador. El Espíritu Santo, dice, es Dios (c.xiii en P.L., II, 193); de la sustancia del Padre (iii,iv en P.L., II, 181-2); uno y el mismo Dios con el Padre y el Hijo (ii en P.L., II, 180); procedente del Padre a través del Hijo (iv, viii en P.L., II, 182, 187); quien enseña toda la verdad (ii en P.L., II, 179). San Gregorio Thaumaturgus, o al menos el Ekthesis tes pisteos, el cual es comúnmente atribuido a él data del período entre 260 - 270, nos entrega este notable pasaje: "Uno es Dios, Padre del Verbo vivo, de Sabiduría subsistente...Uno el Señor, uno de uno, Dios de Dios, invisible de invisible...Uno el Espíritu Santo, Quien subsiste de Dios...Trinidad Perfecta, la cual en eternidad, gloria y poder, ni se divide ni se separa...Trinidad sin cambio e inmutable". En el año 304, el mártir San Vicente dijo (Ruinart, op.cit., 325) "Creo en el Señor Jesucristo, Hijo del Padre, el Supremo, uno de uno; lo reconozco a El como un Dios con el Padre y el Espíritu Santo".

Pero debemos regresar al año 360 para encontrar la doctrina sobre el Espíritu Santo explicada clara y totalmente. Es San Atanasio quien lo explica en sus "Cartas a Serapion" (P.G., XXVI, col. 525 sg). El ha sido informado que ciertos Cristianos sostenían que la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es una creatura. Para refutar aquello, consultó las Escrituras y de ellas se formularon argumentos tan sólidos como numerosos. En particular, ellas dicen que el Espíritu Santo está unido al Hijo por relaciones tales como aquellas que existen entre el Hijo y el Padre; que El es enviado por el Hijo; que El es su portavoz y lo glorifica; que, por el contrario a las creaturas, El no ha sido hecho de la nada, sino que viene de Dios; que realiza obras santificadoras entre los hombres de lo cual ninguna creatura es capaz; que al poseerlo, poseemos a Dios; que Dios creó todo por El; que, en fin, El es inmutable, tiene los atributos de inmensidad, unicidad y tiene el derecho a todos los apelativos y expresiones que son usados para expresar la dignidad del Hijo. La mayoría de estas conclusiones son apoyadas en textos de las Escrituras, unas pocas de ellas fueron dadas más arriba. Pero el escritor otorga especial dedicación en lo que se lee en Mateo., xxviii, 19: "El Señor" - escribe (Ad. Serp., III, n6 en PG., XXVI 633 sg) "fundó la fé de la Iglesia en la Trinidad cuando Dijo a Sus Apóstoles: "Vayan por todos lados y enseñen a todas las naciones; bautizenlos en el nombre del Pedre y del Hijo y del Espíritu Santo". Si el Espíritu Santo fuera una creatura, Cristo no lo hubiera asociados con el Padre; hubiera evitado hacer una Trinidad heterogénea, compuesta de elementos discímiles. ¿ Qué es lo que Dios necesita? Acaso El necesita unirse a Sí mismo con un ser de diferente naturaleza?... No, la Trinidad no está compuesta por el Creador y la creatura". Poco más tarde, San Basilio, Dydimus de Alejandría, San Epiphanius, San Gregorio de Nizianzus, San Ambrosio y San Gregorio de Niza tomaron la misma tésis ex professo, apoyándola en su mayor parte con las mismas pruebas. Todos estos escritos prepararon el camino del Concilio de Constantinopla el cual, en el año 381 condenó a los Pneumatomaquianos y solemnemente proclamó la verdadera doctrina. Estas enseñanzas forman parte del Credo de Constantinopla como era llamado, donde el símbolo se refería al Espíritu Santo. "Quien es también nuestro Señor y Quien dá vida; Aquel procede del Padre, Quien es adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo; Quien habló a través de los profetas. ¿Fué este credo, con sus particulares palabras, aprobado por el Concilio de 381?. Anteriormente esa era la opinión común e incluso en tiempos recientes había sido sostenido por las autoridades como Hefele, Gergenrother y Funk; otros historiados entre los que se encuentran Harnack al Duchesne, son de opinión contraria; pero todos concuerdan al admitir que el credo del cual estamos hablando fué recibido y aprobado por el Concilio de Chalcedon, el año 451 y que, al menos desde aquel tiempo, fué la fórmula oficial del Catolicismo ortodojo.

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